Mein liebster Feind [My Dearest Enemy)] / 1999 / Werner Herzog


Una de las ventjas indudables de los cineastas es que atesoran registros en video que les dan la oportunidad de homenajear a sus amigos. Precisamente eso es lo que hace Werner Herzog con ese a quien llama su «enemigo íntimo», Klaus Kinski.
Todo comenzó -el destino tiene estas trampas- en un cochambroso inquilinato de Munich, donde un Herzog de 13 años fue vecino de un Kinski que recién se estaba formando como actor.
El tiempo los vinculó de modo estrecho y rodaron juntos cinco películas, todas memorables: Aguirre, Fitzcarraldo, Nosferatu, Woyceck y Cobra verde, prácticamente el núcleo del opus herzoguiano. Literalmente, el saludo de dos potencias, ambos poseedores de una singularidad que para el común de los mortales bien podría reputarse como locura; una locura más mansa en el caso de Herzog, un potro desbocado en el caso de Kinski. Eso queda más que claro en este documental, aunque no debemos soslayar que esta es la versión de Herzog.
Si seguimos a pie juntillas lo que se nos cuenta, Kinski es, por lo menos; ególatra, maníaco, paranoico, violento, iracundo, locuaz, muy profesional, con raptos de inusitada ternura y de cobardía y de heroísmo. Como sea, aunque Herzog no logre disimular del todo la bronca que le tiene (y que por lo visto nada, ni siquiera la muerte, podrá mitigar), se nos ofrece e retrato apasionado de una amistad entre dos tipos que no podrían ser otra cosa que partes del mismo par.
Después de todo, ese el mismo Herzog el que dos veces dejar caer la expresión «este papel podría haberlo hecho yo». En una de ellas, a su director de fotografía se le ilumina el rostro y dice «por supuesto, ¡si Fitzcarraldo sos vos!». Claro que sí.

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